DISCURSO ÍNTEGRO DE MAITE CARRANZA EL DÍA DE LA ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES CHICO, EN EL TEATRO SALÓN CERVANTES, ANTE 258 NIÑOS Y NIÑAS.
QUERIDOS
PREMIADOS Y PREMIADAS
No
sois los únicos que recibís premios por vuestra ejemplaridad.
La
semana pasada se hicieron públicos los nombres de los dos galardonados con el
Premio Nobel de la paz 2014. Son dos activistas que luchan por los derechos de
los niños: la paquistaní Malala
Yousafzai, y el hindú Kailash Satyarthi.
Malala sólo tiene 15 años y defiende el derecho
de las niñas a ir a la escuela, por ello, a los trece años sufrió un atentado
terrorista que afortunadamente no acabó con su vida. Pero es valiente, no tiene
miedo de los extremistas y desde Londres continúa siendo la voz de las niñas
que desean estudiar.
Kailash Satyarthi tiene 60 años y ha dedicado la
mayor parte de su vida a salvar a los niños y niñas esclavizados que son
obligados a trabajar. Ha liberado a más de 80.000 niños vendidos por sus
familias, que trabajaban sin salario, sin derechos, sin horarios. Kailash
defiende una vida digna para ellos y sobre todo defiende su derecho a ir a la
escuela.
Hermosa coincidencia la de estos premios nobeles.
Se premia a la infancia. Es un premio para todos
vosotros porque por primera vez se reconoce la importancia del derecho sagrado
de los niños a asistir a la escuela, a aprender, a leer libros y a soñar.
Sí, sí, un
derecho. Lo habéis oído bien.
Aprender
es un derecho.
Leer
es un derecho.
Y todos los niños y niñas del mundo deberían
tener ese derecho, como
vosotros.
Quizás no habíais pensado en ello y no habías
caído en la cuenta de que sois afortunados.
Porque aquí, donde vivís, las leyes y los adultos
velan por vuestra seguridad, vuestra educación, vuestra salud y vuestra
felicidad. En cambio por desgracia hay muchos otros países donde los niños no
pueden leer ni estudiar.
Leer es un medidor de la riqueza de un país.
El número de libros que los niños poseen y han
leído nos dicen muchas cosas acerca de ellos. Y hasta son un indicador de su
esperanza de vida.
¿A que tenéis muchos libros? ¿A que os gusta
leer? ¿A que estáis orgullosos de vivir en la ciudad Cervantina donde el genio
Miguel de Cervantes escribió sus comedias, sus entremeses, sus novelas
ejemplares y la historia más hermosa del siglo de Oro español y de todos los
tiempos?
EL QUIJOTE.
Pues por eso estoy aquí, hoy, con vosotros, para
celebrar que tengáis el derecho a leer y para felicitar a vuestros profesores,
a vuestros padres, a vuestros libreros y a
vuestros políticos por garantizaros ese derecho sagrado.
Y para saludaros y felicitaros a vosotros y a
vosotras, que sois los protagonistas absolutos de este día tan importante. Los
premiados del Día del Premio Cervantes Chico.
Un pajarito me ha dicho que sois los elegidos y que vuestros compañeros os han escogido porqué tenéis algo
especial.
“¡Algo
especial!” “¡Los elegidos!” Suena a
profecía, a magia, a historia fantástica.
Todo comienza con alguien que es diferente a los demás
y a quien los demás tachan de “diferente”. Diferente como...
Don Quijote de la Mancha,
O
Harry Potter
¿Os suena?
Seguramente, porque la ficción se inspira en la
realidad y dicen – y yo sé que es cierto- que la realidad supera la ficción.
Os confesaré que la mayoría de escritores también
fuimos niños y niñas algo especiales y – como añadido- un poco raros. Leíamos y
nos gustaba perdernos en otros mundos y vivir mil y una aventuras maravillosas en
compañía de nuestros héroes favoritos. La mayoría fuimos soñadores, tímidos, y
despistados. La mayoría tuvimos amigos que habíamos conocido en las páginas
impresas y con los que compartimos los mejores momentos de nuestra infancia.
Los míos, mis amigos de papel, fueron
Guillermo Brown, el niño inglés que bebía
agua de regaliz, decía troncho y era el
jefe de los proscritos. O Kásperle,
el títere glotón, dormilón y llorón que despertaba cada cien años para jugar y
atiborrarse de pasteles. O Phileas Fogg,
el intrépido viajero que se comprometió a dar la vuelta al mundo en ochenta
días. O Pimpinela Escarlata, el
valiente espadachín que salvaba cabezas de la guillotina francesa. O Jo March, la mujercita americana que
quería ser escritora. O Tarzán, Lord
Greystocke, superviviente de un naufragio y jefe de los grandes simios en
la selva africana. Y tantos y tantos otros.
Fijaos como me acuerdo de ellos con lucidez, como
me emociono al saber que están ahí todavía, en las páginas de los libros que aún
conservo en mi estudio.
Los libros que hemos leído en nuestra infancia
nos han marcado, y nos han dejado un recuerdo imborrable. Como cuando nos cayó
el primer diente, aprendimos a nadar, o cuando fuimos a nuestra primera fiesta
y nos dimos el primer beso. Siempre, para siempre más, formarán parte de nuestra experiencia.
Por eso me siento tan y tan orgullosa de escribir
para vosotros, los lectores más selectos, los niños y las niñas que estáis
descubriendo el mundo y que os estáis descubriendo a vosotros mismos.
Es un privilegio acompañaros en vuestra aventura
y echaros una mano para que aprendáis quienes sois y también, como no, ayudaros
a soñar, a llorar y a reír.
He querido escribir historias divertidas para
vosotros para que os riáis, porque reír es muy sano y de la risa nace la
reflexión y la crítica. Por eso me reí de los adolescentes con mi quinceañera “Cándida”
y de las pobres hermanas pequeñas de las adolescentes con “¿Quieres ser el
novio de mi hermana?” y de los niños gafes con “Mauro ojos brillantes” y de los
niños que hacen sexto de primaria y se les comen el bocadillo y les quitan la
pelota con “Víctor Yubacuto”, y de los humanos y nuestras rarezas con “El topo
Timoteo y los cabezas de Melón”. Y de los piratas cobardes, fanfarrones,
padrazos y cochinos con mis “Cuentos divertidos de piratas”.
Fijaos lo mucho que me he reído, para que luego digan
que escribir es aburrido.
Pero no sólo quería reírme, a veces me moría de
ganas de viajar a lugares lejanos,
lugares por descubrir, misteriosos, apasionantes, poblados de seres especiales
y ¿por qué no? Mágicos. Y por eso escribí historias fantásticas de
brujas y lobos viajando convertida en striga
de la noche, como Anaíd Tsinoulis,
la elegida de la profecía. O dentro de las tripas de un avión de cuento, como Iván el aventurero, o gracias a la varita de una hada cruel, como
Marina en Dublín, la estudiante de
inglés de “magia de una noche de verano”
o como Otília, la aprendiz de periodista
escondida en el mercante del capitán D.J a la búsqueda de los míticos arutams.
Soñar es hermoso. El mundo puede ser en nuestros
sueños como nosotros deseemos. Pero a veces también es importante bajar a la
tierra y hablar de los que sufren, de los que lo pasan mal, de los problemas
que no podemos resolver, pero que existen y que cuando vosotros seáis mayores
podréis solucionar.
Por eso escribí “Palabras envenenadas” y “El
fruto del baobab” para llorar porque la pena es un sentimiento hermoso, muy
humano, muy empático. Si lloramos de niños seremos compasivos de mayores y
cambiaremos todo aquello que nos hizo llorar de pequeños.
Y por eso, porque deseaba que vosotros rieseis,
lloraseis, soñaseis, viajaseis y
pensaseis escribí los libros y las historias que a mí me gustaba leer de
niña y me convertí en escritora con la esperanza que un día no muy lejano seréis
vosotros y vosotras los adultos que trabajaréis, decidiréis, legislaréis,
gobernaréis y cambiaréis el mundo.
Seguro que lo haréis muy bien. Mucho mejor que
nosotros.
Y para estar preparados para una tarea tan
INGENTE, un sólo consejo:
¡LEED!
Alcalá de Henares 17 de Octubre 2014
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